Cuando se interrogan las nociones que existen sobre el autismo, se considera que la respuesta cabe ser analizada acorde con aquel que responde a la pregunta.
En este sentido, se pueden encontrar respuestas que dan cuenta de la homogeneización del autismo cuando se afirma, de modo taxativo, que el autismo se trata de un trastorno del desarrollo que se caracteriza por la afección en tres áreas específicas: la comunicación, la socialización, y la conducta (Cadaveira y Waisburg, 2014), respuesta que se encuentra patentada y validada por el Manual Diagnóstico y Estadístico de las enfermedades mentales o DSM-V, el cual lo sitúa dentro de la familia de los trastornos del desarrollo neurológico, hermanándolo con los trastornos de la comunicación, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastorno específico del aprendizaje y los trastornos motores. Es así como, bajo la visión esencialista, categórica y autoritariamente clasificatoria. Particularmente, se trata de un abordaje sin sujeto, que no atiende a las particularidades o singularidades del autismo.
Cuando se dice “un abordaje sin sujeto”, se hace referencia a que los criterios que realizan las ciencias desde su positivismo, buscan una uniformidad, igualdad, sin diferencia. De esta manera, un checklist preestablecido, cuyo tratamiento se caracteriza por la vuelta a la normalidad, silenciando, obturando a los sujetos autistas y su sentir.
Al reconfigurar el acercamiento que se hace para-con los sujetos autistas, se halla que, como lo expresaría Jean-Claude Maleval, “no se trata de una enfermedad, es un funcionamiento subjetivo singular” (2018, p. 21). Es así como, en la medida en que son sujetos, afirmación pasada por alto en terapias de corte cognitivo-conductual, “a quienes hay que tomarse en serio” (Maleval, 2012, p. 9), por lo que implica no retroceder ante los modos en que cada sujeto autista se pone de manifiesto, de prestar atención a los despliegues en que su subjetividad por medio de su reconocimiento de aquello que llevan consigo.
La singularidad del autista es considerada, como diría Amariles (2018) “una manera particular de existir, aprehender el mundo, habitar el lenguaje, hacerse de un cuerpo, y posicionarse frente a los otros y a la cultura” (p. 249, en Sierra Agudelo, 2018). De esta manera, no se trata de una suma de síntomas que deben ser curados, sino de múltiples singularidades que se hace menester escuchar, comprender y acoger dentro de cada sujeto.
Por supuesto, acoger implica no sólo moverse del paradigma de la enfermedad, sino también hallarse disponible frente al encuentro con los sujetos autistas. No retroceder ante la contingencia es una condición necesaria, a la vez que prestarse como recurso y permitir la emergencia de sus diversos recursos (tales como llevar consigo objetos, la presentación de movimientos estereotipados o no mantener la mirada) a modo de soporte de su propia existencia frente a un mundo angustiante y que, en pocas ocasiones, se pregunta por el lugar de cada uno de ellos y ellas.
Referencias.
Cadaveira, M. y Waisburg, C. (2014). Autismo: guía para padres y profesionales. Paidós.
Maleval, J. C. (2012). ¡Escuchen a los autistas!. Grama Ediciones.
Maleval, J. C. (2018). El autista y su voz. RBA Libros.
Sierra Agudelo, G. L. (2018). ¿Cómo responden a la pérdida y a la prohibición los niños y adolescentes hoy? De la posición desafiante a la condición patológica. Editorial Corporación Ser Especial.