Según Sierra (2019) en el marco de un discurso de salud que, en beneficio de la industria farmacéutica, promueve la idea de un aumento sostenido de la depresión a nivel mundial, la tristeza se patologiza y se presenta como algo que debe ser erradicado a cualquier precio. Este enfoque interrumpe la capacidad de autorregulación del sujeto, despojándolo de los recursos de contención que la cultura, en su función civilizadora, le ofrece para poner límites, tomar distancia de los objetos de satisfacción y acceder a la experiencia del deseo.
Frente a esta mirada homogeneizadora, el psicoanálisis propone un abordaje distinto. Acorde a Sierra (2019) el psicoanálisis no se limita a aplicar protocolos universales, sino que trabaja caso por caso, situando la depresión en la lógica psíquica singular de cada sujeto y replanteando, de manera precisa, su modo particular de relacionarse con su deseo y su goce. Este trabajo apunta a una rectificación subjetiva que le permita reconocer su implicación en las decisiones que toma y en las consecuencias de su goce, lo que reduce la mortificación y lo confronta con su deseo.
Una crisis de angustia suele emerger cuando algo que hasta entonces funcionaba como “tapón” de los afectos se desplaza o desaparece, dejando al descubierto el “peligro de existir” que se asocia con lo que comúnmente llamamos angustia existencial. La intensidad de esta vivencia puede ser tan insoportable que, en medio de la crisis, surja la ideación suicida como intento desesperado de silenciar el malestar (Sierra, 2019).
Siguiendo a Sierra (2019) En la infancia, estas crisis suelen vincularse a cambios significativos en el hogar, especialmente aquellos que afectan a figuras protectoras o fuentes principales de afecto. En la adolescencia, en cambio, el papel de ese objeto que amortigua la angustia suele recaer en los pares, sus intereses, grupos y actividades; además, el amor erótico emerge como un elemento que, aunque de manera engañosa, parece contener la angustia como ningún otro.
Identificar estos procesos requiere escuchar a niños y adolescentes, acompañarlos en el reconocimiento del origen de su angustia, validar sus sentimientos y brindarles la oportunidad de explorar opciones que les permitan construir nuevos recursos. Ofrecerles presencia, palabras y, cuando sea necesario, apoyo interdisciplinario no es solo un gesto de cuidado, sino también una acción preventiva ante posibles desenlaces fatales. En un mundo lleno de retos, las intervenciones tempranas no solo ayudan a contener el malestar, sino que pueden impedir que la desesperación derive en actos irreversibles.
REFERENCIAS
Sierra, G. L. (2019). Depresión, angustia e ideación suicida en niños y adolescentes: ¿Cómo identificarlos y responder diferencialmente? Editorial Corporación Ser Especial.