Ser padres: una posición sostenida desde el deseo
Ser padres es una posición que, desde el segundo en que se empieza a ocupar, cambia la vida de manera radical e irreversible. Es asumirse como lugar seguro para el otro, es alojar a un ser humano necesitado de guía y cuidado por cuanto tiempo sea necesario, reconociendo que siempre será una tarea inagotable. Ser padres es una decisión profunda que transforma para siempre tanto la vida de los hijos como la de quienes eligen asumir ese rol. No basta con cuidar, alimentar o educar: ser madre o padre es responder con lo más íntimo de uno mismo, con luces, sombras y limitaciones. Y desde allí, toda palabra, gesto, omisión o actitud deja una huella que incide en la construcción subjetiva de los hijos (Sierra, 2024).
Asumirse como padre o madre no viene con instrucciones, ni hay preparación previa que pueda mediar el encuentro con el hijo real. Por eso, la crianza se lleva a cabo con los recursos personales que cada quien tiene, más que con una imagen idealizada de cómo debería ser. El hijo no es el resultado de una crianza perfecta ni de una preparación sin fin, sino de un proceso en el que intervienen sujetos reales, con afectos, límites y deseos, capaces de acompañar a un niño alojado en el amor de una familia.
La sociedad otorga a los padres una posición de autoridad y sabiduría, muchas veces idealizada. Se espera de ellos un sacrificio constante, lo cual solo genera frustración cuando no logran responder a las altas demandas. Estos modelos imposibles hacen que algunos hijos exijan sin medida y que muchos padres se sientan derrotados, sin saber cómo hacerlo mejor (Sierra, 2024).
La relación con las figuras parentales se convierte en un punto de referencia fundamental para comprender el mundo, a los otros y a sí mismos. Por eso, el modo en que se ejerce la parentalidad influye directamente en la formación emocional, afectiva y social de los hijos, así como en su forma de vincularse y de habitar la vida. Los hijos se identifican a partir de las palabras que se les dicen y de los lugares que se les ofrece en la familia. Un niño que escucha que “es un problema” no solo recibe un juicio, sino una identidad que puede marcarlo profundamente. Aun así, no están totalmente determinados: pueden crear nuevas formas de ser y nuevas posibilidades de identificación (Gallo, 2024).
Es fundamental comprender que la maternidad y la paternidad inciden en qué sujeto será el niño. Sin embargo, lo que los padres hagan con él no determina su destino. El niño también es sujeto: libre, responsable, capaz de tomar conciencia y construir un lugar propio en el mundo. Los padres crían y se responsabilizan, pero su rol va mucho más allá: es también acompañar la formación del niño o adolescente, ayudarle a encontrar un lugar en el mundo, reconocer sus logros, escuchar sus quejas, y tomar en serio sus palabras, emociones y propuestas. Escuchar no es solo oír: es preguntar cómo se sienten, dar valor a sus respuestas y entender que también intentan construir soluciones, aunque aún sean pequeños (Sierra, 2024).
Sierra, G. L. (2024). ¿Qué hacen los niños con lo que pasa entre los padres? Editorial Corporación Ser Especial.