Desde tiempos remotos, las comunidades han reconocido que algunas personas responden psíquicamente de formas distintas ante las situaciones de la vida, saliéndose de aquello que se considera “normal”. Con la modernidad y el auge del pensamiento científico surgió la psiquiatría clásica, que introdujo las primeras formas sistemáticas de clasificación del comportamiento humano mediante nosografías. De allí derivaron los manuales diagnósticos contemporáneos, como el DSM. Estas clasificaciones se acompañaron del desarrollo de fármacos destinados a controlar síntomas específicos y, a partir de la alianza entre psiquiatría e industria farmacéutica, se consolidó la idea de que la salud mental consiste en suprimir cualquier expresión de malestar (Sierra, 2015).
A diferencia de otros seres vivos, el ser humano puede sufrir aun cuando sus necesidades materiales están cubiertas, porque pertenece al orden del lenguaje. Según, Sierra (2015) El lenguaje lo precede, lo nombra y le otorga un lugar. Nos afecta lo que decimos, lo que se nos dice y lo que otros dicen de nosotros; esos significantes configuran nuestra subjetividad. También nos impactan las normas culturales, los vínculos afectivos, el miedo a perderlos o el deseo frustrado. El lenguaje nos ata al pasado, proyecta nuestras expectativas hacia un futuro incierto y nos hace percibir lo que no está o desconocer lo que está presente.
Frente al dolor que implica comenzar a existir —marcado por separaciones y exigencias propias de la vida social, como dejar el pecho, dormir sin los padres o salir de casa para asistir a la escuela— cada sujeto articula respuestas singulares. Algunos se vuelven hiperactivos, otros reservados, enfermizos, ingeniosos, agresivos o cautos. Así se configuran rasgos y combinaciones que operan como defensas frente a la realidad cultural que cada quien debe enfrentar (Sierra, 2015).
Hasta hace pocas décadas, muchas de estas diferencias eran integradas con mayor flexibilidad por las comunidades, que las alojaban sin pretender anularlas. Sin embargo, el ideal moderno de “curación”, impulsado por la medicina y el discurso de la eficacia, ha promovido la creencia de que toda expresión subjetiva que se aparte de la norma debe corregirse o suprimirse. En el mundo contemporáneo —como plantea Sierra (2015) retomando a Ángeles (s.f.)— se suma el impacto de la hiperconexión y el aislamiento simultáneo. Las tecnologías introducen nuevas formas de sufrimiento —adicciones digitales, violencia virtual, suplantación de identidad, consumo acelerado de información— y el ciberespacio adquiere un peso afectivo comparable, e incluso superior, al mundo presencial. Esto produce respuestas como el individualismo, la desesperanza o el inmediatismo, que fragilizan los vínculos.
Es indudable que existen niños y adolescentes que padecen y requieren acompañamiento a través de los recursos disponibles. Los campos médico, educativo y psicosocial ofrecen dispositivos fundamentales para ello. No se trata, por tanto, de desechar esos aportes ni de suponer que cualquier malestar se resuelve con intervenciones mínimas; sostener esto sería irresponsable. La cuestión radica en problematizar el uso indiscriminado de diagnósticos y fármacos ofrecidos como soluciones inmediatas, así como la tendencia a delegar en profesionales, instituciones o tratamientos aquello que, en muchos casos, forma parte de la condición singular —y no necesariamente patológica— de niños y adolescentes (Sierra, 2015).
El desafío consiste en interrogar cómo estamos nombrando, medicalizando o silenciando los modos en que estos sujetos tramitan su malestar, y en preguntarnos si el ideal de normalización no está reemplazando la posibilidad de una escucha que aloje la diferencia. Solo así es posible abrir espacio a intervenciones que acompañen, en lugar de clausurar, lo que en cada uno busca una forma propia de decirse.
Referencias.
Sierra Agudelo, G. L. (Comp.). (2015). ¿Cómo comprender y abordar los trastornos emocionales en la niñez y la adolescencia? Pautas para la intervención psicológica, escolar y familiar. Editorial Corporación Ser Especial.
De los Angeles, C. (s.f). Psicopatología y sociedad contemporánea. Recuperado de http://smcomplejidad.com/