La infancia es un tiempo complejo y sensible. Los niños aquí atraviesan distintos escenarios en el que construyen a través de experiencias sensibles un mundo interno, que para el psicoanálisis será el anudamiento a lo que será su estructura psíquica. Este proceso ocurre de manera subjetivamente creativa e inconsciente: los niños “atan los hilos” de su propia existencia, es decir, van uniendo partes de su experiencia, haciendo un trabajo en sí mismos, como la conquista del cuerpo, como también, el hilar lo que le pertenecen a otros y a lo real de la vida. Este trabajo subjetivo se sostiene en gran parte de distintos medios como el juego, la imaginación y del mundo que el adulto pone a su disposición. (Rocha, 2019)
Sin embargo, este proceso no es lineal, ni libre de obstáculos. En el campo de las estructuras, en algunas infancias, el niño podrá verse enfrentado a una serie de contingencias o tropiezos que marcan una serie de singularidades en lo que es su constitución psíquica. Desde el psicoanálisis, se habla de estructuras clínica como la neurosis y la psicosis, consideradas como como variaciones de la situación humana, formas de respuesta que hacen frente a las contingencias desde los distintos recursos subjetivos que van hilando, haciendo unas formas de conquista para transitar el mundo.
En las particularidades de la Psicosis- tema central de esta reflexión- ha sido pensada por Lacan como una estructura donde hay una contingencia en el “anudamiento” de tres dimensiones fundamentales: lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. La psicosis hace referencia a las contingencias del anudamiento en las dimensiones o a la ausencia de anudamiento consistente entre ellas y aparecen una formas singulares en el sujeto que marcan la relación que este tiene con el lenguaje, el cuerpo y el mundo. Comúnmente, se reconoce la psicosis propiamente a la estructura que tiene un desanudamiento que implica un momento de desencadenamiento. Sin embargo, Lacan logra mencionar que existe otra categoría dentro de la misma, que se nombra Psicosis no desanudadas o discretas, bajo la clínica del “nudo” hay casos donde existe la posibilidad de nombrar estructura psicótica a aquella que logra tener un anudamiento a través de un artificio entre los registros: lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Esto quiere decir que, aunque la estructura sea psicótica la persona logra tener cierto equilibrio. Aquí, Lacan logra identificar un elemento esencial que nombrar como la “suplencia del anudamiento”, siendo esta, la construcción de un “invento” de algo sintomático y que a la vez sirve de elemento como una especie de ayuda para mantener un orden, el reanudamiento de la estructura. (Sierra et al, 2005).
Cuando acompañamos niños, niñas y jóvenes que presentan formas singulares de habitar el lenguaje, el cuerpo o su relación con los otros, es clave no esperar manifestaciones “clásicas” de la psicosis (delirios o alucinaciones), pues según lo anterior a veces, se expresan de uno modos particulares más sutiles, pero no menos significativos.
Desde el psicoanálisis, el síntoma en la psicosis es un movimiento de restitución, esto quiere decir, de reanudamiento; los fenómenos clínicos de la psicosis son formaciones construidas en un intento por restituir un orden, cada síntoma lo que revela es el funcionamiento lógico particular que pretende e intenta encontrar estabilidad. (Sierra et al, 2005)
Esto se asemeja a lo que menciona Rocha (2019): ante diversas situaciones traumáticas, los niños utilizan mecanismos de defensa que les permiten protegerse de las angustias extremas que estas vivencias pueden generar. Estas formas de protección —psíquicas y conductuales— muchas veces no son visibles a simple vista y pueden pasar desapercibidas ante la mirada del adulto.
Por lo tanto, el acompañamiento busca escuchar como cada niño, intenta armar algo con eso que vive y como lo vive. El acompañante debe tener en cuenta en la observación y la escucha que, para quien está en una estructura psicótica la palabra tiene un peso real, lo que dice y hace no está mediado por los mismos filtros simbólicos que en la Neurosis, por el contrario, es un extremo riguroso en lo que dice y hace. Deberá precisar cómo se ubica la subjetividad del sujeto, como es esa expresión, reconocer el fenómeno irreductible de lo simbólico, de lo imaginario o de lo real, que funciona bajo un “automatismo” como una fuente externa, bien sea que se encuentre en medio de la voluntades, las palabras, imágenes, objetos, que enajenan y persiguen, Lacan insiste en reconocer esos fenómenos en hechos diferentes a los del delirio o la alucinación sino en algo más sutil como en la forma en que se comunica y verbaliza la construcción de sus frases, las formas de respuesta en su dominio de cuerpo, los modos en como un sujeto se posiciona en lo sexual, lo que prioriza en sus relaciones con sus pares y las dinámicas que hacen enigma y se construyen en medio para que estas puedan desenvolverse sin generar tanta angustia. (Sierra et al, 2005)
Dejando como reflexión clínica el sujeto se inscribe en la estructura es único, estructura que hace referencia a lo propio, a lo constituyente, una forma particular de estar en el mundo. Se considera que cada acompañamiento no deben ser interpretado de inmediato como síntomas a corregir, sino como intentos subjetivos —a veces precarios, a veces potentes— de sostenerse frente a lo que irrumpe sin sentido. Comprender singularidad desde las lógicas de sus mecanismos y manifestaciones será la que determina la dirección de un proceso amable con nuestras infancias.
Referencias
Rocha, M. (2019). Infancias en la escuela: Discapacidad, detenciones y tropiezos en la experiencia de la infancia. Homo Sapiens Ediciones.
Sierra, L. Et al. (2005). ¿Qué sabemos de los niños? Estructuración psíquica y problemática social. Corporación Ser Especial. Recuperado de: https://www.serespecial.org/libros